"Ya llegamos, pero no hagas ruido."
No contestó, pero sabía lo que eso significaba. Atrás, de subida un poco, el sonido de un portón cerrándose gracias a la existencia de la electricidad. De la nada, la luz del día cegando sus ojos.
"Y te sales sin hacer ruido."
Tampoco hubo respuesta. Salió sin un sólo gemido -ni de miedo ni de placer- y compró su libertad una vez dentro de aquel lugar al que habían llegado.
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