Día 22.

Las cosas hoy se pusieron un poquito difíciles. Pasé de la completa felicidad por cómo las cosas se han dado en la escuela, después de tan atrasada que estaba; a sentirme fatal por chismes. Eso creo que son: chismes. No malentendidos y, mucho menos, verdades.

A esta hora de la noche, aún no sé qué es verdad y qué es mentira. Es decir, qué de lo que escuché tenía en realidad que ver conmigo. Hoy, quisiera saber la verdad. No por aclarar las cosas, pues yo, en mí, las tengo claras (al menos, las importantes para mí); pero sí para saber si confiar en la gente de mi alrededor o no.

Al principio, pensé en enfrentar a las dos personas, pero ya no me es necesario. Ni siquiera me es importante. No digo su nombre no por protegerle a él o a ella, sino a mí, principalmente, porque no me interesa que esto se haga más grande.

Es una lástima, pero creo saber (algo muy dentro de mí me lo dice) quién es la mentira y quién la verdad. Y, la mentira siempre será algo que me moleste. Ya se verá...

Por otro lado, completamente diferente, aunque por unos momentos estuve en incertidumbre, me hace feliz saber que sólo me basta una cosa para desechar la basura: su palabra. A pesar de lo que esto pueda ser o no ser, fue una prueba para demostrarme que en verdad creo y en más de una forma. Lo que no te mata, te hace más fuerte, dicen. Evidentemente, esto sólo me hizo más fuerte, más segura en cuanto a mí y a él.

Sea quien sea el mentiroso:

No me importan las razones, los motivos ni nada. Si las cosas van como yo creo, puedo decir que las mentiras a uno mismo son las peores que pueden existir. Y, de ser lo que pienso que puede ser, sólo me puede provocar tristeza y lástima por ese ser que necesita de cosas así para vivir.

No diré más por hoy. No quiero adelantar conclusiones y daré un poco el beneficio de la duda. Me voy de aquí indignada, pues nunca me ha sido grato formar parte de chismes. Sin embargo, es mayor mi satisfacción (y también de la mal-sana) de saber que pasé una prueba más.

I'm on the road, honey.