Llueve y me dan ganas de escribir

El día de hoy empezó mal, mal. Desde el inicio, no quería levantarme, me escapé de mi clase de Probabilidad para sólo llegar a mi casa a hacer nada, fui a quejarme del servicio de internet de mi celular para que me resolvieran nada y llegué temprano a clase para que me dijeran -de nuevo- que mi profe no vino y no me quisieran adelantar instrucción por egoísmo puro.

Ah, por si fuera poco, aquél estará en mi clase y no puedo creer que eso esté sucediendo. No debió pasar así. Él siempre llega en los días malos para hacerlos peores y, apenas hoy, caí en cuenta de eso.

Muchas cosas han pasado antes de hoy: entré a clases (dos veces) y estoy a nada de entrar a dos chambas (chambitas), pero tendría que dejar la escuela en la mañana. No me pesa, pero no quiero problemas en mi casa. Es de esos momentos en los que debo decidir, pero no será fácil tener contentos a todos en el mundo. Sea cual sea la decisión, alguien tendrá que enojarse.

La UNAM ha sido, lo poco que llevo del semestre, como una extensión de mis vacaciones. La única diferencia fue que debo levantarme temprano. Me siento como tomando mini cursitos de ingeniería, de esos que te sirven para armar robots y chips que prenden leds de colores.

Fuera de eso, sólo la sal de cada de día. A veces mucha sal, a veces la suficiente, a veces como que le falta, pero, en promedio, ha estado bien.

Pórtense como sean felices. Ya otro día les hablo más de mí.